Física cuántica y espiritualidad, ¿la ciencia de lo inexplicable?
La aplicación de la ciencia a la experiencia humana y espiritual
“La ciencia sin la religión es manca. La religión sin la ciencia es ciega”. Esta frase la dijo Albert Einstein, el gran revolucionario de la ciencia contemporánea cuyas aportaciones sirvieron para poner en tela de juicio las grandes certezas de la física y abrir un nuevo horizonte en la ciencia de las probabilidades múltiples que conocemos como física cuántica.
A lo largo de los últimos tiempos la frontera que divide ciencia y espiritualidad se ha ido desdibujando para introducir una nueva perspectiva según la cual todo aquello que hasta ahora se condenaba como pura especulación pasa a ser una realidad posible.
¿Podemos según la física cuántica viajar en el tiempo? ¿Son posibles la telepatía y la telekinesis? ¿Sería tan descabellado que pudiéramos abandonar el cuerpo y hacer viajes astrales o visitar nuestro otro yo?
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Qué es la física cuántica: definición
En una jaula hay un gato, y un dispositivo que en el siguiente minuto tiene un 50% de posibilidades de estallar i matar al gato, y un 50% de posibilidades de no hacer nada. Hasta que no miramos dentro del búnker no sabemos si el gato está vivo o muerto, y cuando miramos está o vivo o muerto (nunca ambos).
La física cuántica es la rama de la ciencia que explica que durante ese minuto en el que no miramos dentro de la jaula se produce una superposición en la que el gato está, a la vez, vivo y muerto, y es solo nuestra observación la que fuerza la acción de la naturaleza en uno u otro sentido. Dicho fácilmente: es la ciencia de las probabilidades múltiples.
Esta historia que permite entender más fácilmente qué es la física cuántica es un experimento científico de 1935 llamado “El gato de Schrödering”. Pero este relato abría una duda aún más inquietante: ¿Existe una sola realidad que se manifiesta cuando nosotros observamos, o en realidad las dos posibilidades coexisten a la vez en un multiverso más grande?
Los fundamentos de la física cuántica se basan en dos constataciones: una, que las partículas intercambian energía en múltiplos enteros de una cantidad mínima posible (quantium de energía); la otra, que su posición teórica está dada por una función probabilística según la cual no ofrecen una certeza sino más bien una posibilidad.
La física cuántica aparece cuando los principios de la física clásica empieza a ofrecer dudas acerca de algunos fenómenos que no se pueden explicar, y se desarrolla en paralelo a la revolucionaria teoría de la relatividad de Albert Einstein. A partir de entonces se cambia la idea de que la energía se emite y se propaga de forma continua, y se piensa más bien en cantidades mínimas (quantum).
El otro gran descubrimiento en ese ámbito fue la dualidad onda-partícula, según la cual luz y materia pueden poseer cualidades de partícula tanto como propiedades ondulatorias. Esos avances fueron muy útiles para la electrónica, la computación y la astronomía, por ejemplo, pero también abrieron un sinfín de posibilidades en el campo de la espiritualidad.
Espiritualidad y ciencia
Muchas personas creen que espiritualidad y ciencia son incompatibles: mientras que la primera se basa en una realidad superior que existe por sí misma, la segunda entiende por realidad solo aquello que puede demostrar empíricamente.
Sin embargo, la frontera que divide ambas disciplinas es mucho más difuminada de lo que muchos creen. Durante muchos siglos la espiritualidad ha ido a la búsqueda de afirmaciones más o menos científicas, o sea demostrables, de la existencia del alma. A su vez, la ciencia entró en un momento determinado en un colapso de sus propias certezas.
En los tiempos actuales, ciencia y espíritu coinciden en sus mismas inquietudes: encontrar las nuevas potencialidades del individuo y superar los viejos límites autoimpuestos. Así, por ejemplo, mientras la ciencia intenta demostrar que existen agujeros negros en el universo por donde se filtra la realidad espacio-tiempo, la espiritualidad intenta explorar las nuevas posibilidades de que el individuo superar sus limitaciones espaciales, temporales y corpóreas.
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La revolución en ese sentido vino de la mano de la teosofía, una pseudociencia nacida a finales del siglo XIX que agrupaba enseñanzas y doctrinas basadas en la existencia de una sabiduría eterna preexistente y subyacente en todas las creencias religiosas.
En esta época, la mezcla del espiritismo en auge con religiones como el budismo y el hinduismo dieron lugar a la parapsicología y el interés por descubrir los límites del poder de la mente, como un instrumento para superar los límites del cuerpo. A lo largo de las décadas y hasta día de hoy se desarrollaron supuestos experimentos que pretendían dar veracidad a toda esa serie de creencias.
Somos energía: nuevas potencialidades del ser
Aunque muchos de esos experimentos se descubrieron como un fraude, ha habido una línea de investigación y exploraciones mucho más serias que han conseguido demostrar que el ser humano está lleno de energía, y que esta energía se comporta de acuerdo con las leyes de la ciencia, también de la física cuántica.
No es extraño, pues, que algunas teorías más sólidas acerca de la posibilidad de abandonar el cuerpo para viajar en el tiempo, de utilizar los agujeros negros del espacio para romper las fronteras espacio-temporales, o de utilizar los recursos de la mente para penetrar en el espíritu y liberar sus energías, vengan de la ciencia y tengan cada vez tengan más aceptación.
Una de esas aportaciones es la teoría del desdoblamiento del tiempo que hizo Jean-Pierre Garnier Malet y según la cual existen dos tiempos, uno el que vivimos en el presente, y otro imperceptible al que podemos viajar en la fase REM del sueño para visitar otras vidas pasadas y futuras. Garnier Malet es científico, y aplicó los descubrimientos de la física cuántica a la existencia humana.
Otra vinculación entre espiritualidad y ciencia son las elucubraciones del célebre astrofísico Stephen Hawking acerca de la posibilidad de viajar en el espacio-tiempo a través de los agujeros negros hallados en el espacio. Una especulación no tan alocada si tenemos en cuenta las ecuaciones de Einstein y los túneles que conectan puntos espacio-tiempo.
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