Adán y Eva, el mito del pecado original
¿Tenemos todos un padre y una madre comunes?
Aunque la narración del mito de Adán y Eva ocupa apenas una página y media en la Biblia, su relato se ha utilizado a lo largo de la historia de la humanidad para explicar el origen del hombre y la mujer vinculado a la tentación y el pecado. Casi nada. Pero, ¿en qué consiste realmente el mito de Adán y Eva? ¿Qué hay de verdad y qué hay de leyenda en esta historia?
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Adán y Eva, el paraíso y el mito del pecado original
“Y Dios plantó un jardín en el oriente, en el Edén, y allí puso al hombre que había creado”. Así empieza uno de los grandes mitos del cristianismo, su concepción sobre el origen de la humanidad: la creación divina de Adán (y de Eva a partir de la costilla de este), y su condena a abandonar el paraíso tras caer en la tentación de la manzana prohibida.
Su aparición recurrente en obras de arte y referentes literarios y, en general, su arraigamiento en la cultura popular, hace que más o menos todos sepamos de qué va. Pero este mito es rico en detalles, y todos ellos tienen un significado especial.
1. El Paraíso y la creación de Adán
La aparición del Edén en la Biblia coincide con el relato del mito de la creación. De hecho, lo que en los textos sagrados se conoce como el Paraíso es solo una parte más de las muchas maravillas creadas por Dios, en este caso una especie de gran jardín habitado por animales y especies vegetales. Ese es el lugar destinado al primer hombre.
Dios creó Adán en el sexto día de la Creación, a su imagen y semejanza, con el objetivo de que gobernara la Tierra y multiplicara su especie. En el mito de Adán se advierte ya la concepción patriarcal de la humanidad por parte del cristianismo, pues en su mismo origen designa a Adán, el elemento masculino, como padre de la humanidad.
Por lo demás, la descripción del proceso de creación no es muy diferente a otras cosmogonías en las que el hombre es una construcción de varios elementos naturales: formado a partir del polvo y el barro, Dios le da vida soplando su aliento en la nariz, y lo separa del resto de los animales otorgándole un espíritu inmortal y la capacidad de razonar y reflexionar.
2. El origen de la primera mujer: Eva
Según la concepción cristiana, la mujer es un ser subsidiario y jerárquicamente inferior al hombre, pues aunque es una creación divina, su origen material es el cuerpo del propio Adán. No solo eso, sino que la motivación para su creación es cuanto menos curiosa: su función es ayudar al padre de la humanidad a reproducir la especie.
Curiosamente, aunque Eva es considerada la madre de la humanidad, ha quedado relegada a un papel secundario en la cristiandad, desplazada por la importancia de la Virgen María, y su personaje ha quedado reducido al papel que desempeña en el engaño que condena al primer matrimonio de la humanidad al destierro del paraíso.
Del mito de Adán y Eva, y su significado como advertencia de los peligros de caer en la tentación vinculados a las consecuencias del pecado, ha trascendido una cuestión fundamental para dirimir la verdadera esencia de la doctrina cristiana: ¿Es la mujer el origen del pecado en el mundo, por su naturaleza curiosa y débil?
3. La historia del pecado original
Para responder a esa pregunta, qué mejor que acudir a lo que nos dice la Biblia respecto del pecado original. De hecho, la gran relevancia del mito de Adán y Eva descansa en esa parte de la historia, en su moraleja moralizante y aleccionadora.
Dicen los textos sagrados que Dios había dispuesto para el sustento y disfrute de Adán y Eva los frutos de todos los árboles del paraíso. De todos, excepto del Árbol de la Ciencia, del Bien y del Mal. De sus ramas colgaba el fruto prohibido, la manzana que Dios les prohibió tomar: esta es la primera representación del concepto cristiano de la tentación.
Es el Diablo, por medio de una serpiente, quien convence a Eva de que pruebe la manzana prohibida, y esta, seducida por la tentación, convence a Adán para hacerlo. Aunque en un principio había amenazado con la muerte, Dios prepara para ellos un castigo peor: les condena a vivir una vida de hombres fuera del paraíso.
Así, condena a Eva y a todas las mujeres descendiente a los dolores del parto y a las pasiones fatales del deseo por los hombres, que las convierte en débiles y sumisas. A Adán le impone como condena el duro trabajo para conseguir su sustento, “pero la tierra no dará más que espinos y cardos, y por su culpa, maldita será la tierra”.
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Los hijos de Adán y Eva y el origen de la humanidad
Durante muchos siglos, esta historia de Adán y Eva será la principal fuente de la concepción del pecado en el dogma cristiano: los hombres y las mujeres pagan el precio de la desobediencia de sus progenitores Adán y Eva, nacen con la tentación y el pecado incorporados y están condenados al dolor y el trabajo.
Al ser expulsados del Edén, sin embargo, nace otra historia aún más determinante, que es la historia de la humanidad misma. Tras salir del paraíso, Adán y Eva llegan a la Tierra y se dedican a la reproducción de la especie.
Según el relato bíblico, Adán y Eva vivieron más de cien años, durante los cuales tuvieron un número indefinido de hijos. Sin embargo, los más importantes son los primogénitos, Caín y Abel, condenados a enfrentarse en un duelo fratricida. Cuando Caín mata a Abel, Eva concibe otro hijo al que ponen por nombre Set, que a su vez engendrará a Enós, “en cuya época se comienza a invocar el nombre de Yavé”.
Aquí acaba, al menos en la Biblia, el relato del mito de Adán y Eva. Sin embargo, con su descendencia empieza la verdadera historia del pueblo de Israel que forma parte de las grandes historias del Antiguo Testamento: la línea hereditaria de Enoc llega hasta Matusalén, padre de Noé y abuelo de Sem, Cam y Jafet, que después del diluvio propagarán su linaje hasta los tres patriarcas del judaísmo: Abraham, Isaac y Jacob.
Verdad y mito en la historia de Adán y Eva
Históricamente, el dogma cristiano se ha enfrentado a la ciencia a partir del origen de la creación: la fe otorga al universo, al mundo y al hombre un origen divino (creacionismo), mientras que la ciencia recurre al Big Bang, la formación del universo y la aparición en la tierra de condiciones biológicas favorables para explicar el origen de la vida humana (evolucionismo).
Y el mito de Adán y Eva, indudablemente, juega un papel fundamental en esa pugna. Hoy en día, las evidencias científicas dejan poco lugar a la defensa de la leyenda adánica que ha quedado como un reducto simbólico de los creacionistas. Sin embargo, ¿qué pasaría si desde un punto de vista antropológico se pudiera trazar una línea ascendente que empezara con unos hipotéticos Adán y Eva?
Para probar la existencia de un Adán genético y una Eva genética, se ha recurrido a un estudio del cromosoma hecho por la Universidad de Sheffield. Según los datos, hay una línea genética de hombres que retrocediendo en el tiempo no se interrumpe, y que demuestra que nuestra especie se remonta a 209.000 años atrás, en un primer Adán que coincidiría temporalmente con Eva. Este sería el descubrimiento del origen de la humanidad.
El debate vuelve a estar abierto. De hecho, los profesores que han liderado el estudio hacen énfasis en que el Adán genético y la Eva genética no son los mismos que la pareja bíblica, pero refuerza las tesis creacionistas en un punto: en contra de lo que afirman las tesis evolucionistas, existen un padre común y una madre común para los seres humanos.
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